Cuando
Miranda, una famosa terapeuta mística, se desliza un anillo impreso con
imágenes de víctimas de asesinato, el Enforcer Drake O’Bannon acepta
protegerla.
Drake no
tiene uso para los místicos.
No importa
que sea inteligente y cariñosa, que lo haga querer explorar su cuerpo
curvilíneo con sus manos.
Sólo un
tonto confiaría en una mujer que lee mentes para ganarse la vida y Drake no es
el tonto de nadie.
El enlace
místico que ella usa para mostrarle las imágenes enciende su atracción
ardiente. Su tarea es garantizar su seguridad, no proporcionarle el siguiente
orgasmo.
Miranda
entiende que el peligro es real, pero confía en sus habilidades.
A pesar de
su determinación de proteger a Miranda, Drake teme que su deseo por ella los
ponga en peligro a ambos.
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