Stefano Marino es un hombre de honor, un jefe de la mafia
de la costa oeste felizmente casado que viaja al este para aguardar la muerte
del patriarca de la familia. Todos los viejos zorros se han reunido, por
supuesto los tiburones se mueven en círculos cuando hay sangre en el agua, pero
es un aprendiz el que atrae al ojo de Stefano.
Silvio “el Barracuda” Spadaro es el protetto y heredero del
consigliere jubilado Gianbattista Falchi y un hombre hecho por su propia
cuenta. En medio de su clandestina familia, ser gay es un delito capital, pero
el hipersexual y pansexual joven asesino nunca se ha preocupado mucho por las
reglas. Las únicas órdenes que sigue son las de Battista, ya sea en el campo de
batalla o de rodillas, impacientemente sumiso a sus pies.
Pero Silvio tiene necesidades que Battista no puede colmar,
y pone su mirada azabache en Stefano. Una falsa irrupción e incluso un falso
ataque, y Silvio está exactamente donde él quiere estar: colgado a merced de
Stefano, conduciendo al Mafioso mayor hacía deseos que ha pasado toda la vida
reprimiendo. Stefano resiste, pero cuando la mafia rusa invade su territorio y
lo fuerza a buscar ayuda, el precio de Gianbattista pone a Stefano de nuevo
cara a cara con Silvio, y sus deseos más oscuros.
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