Giselle McKenzie se estremecía en forma inexplicable mientras el sonido
de un profundo gruñido resonó por los hilos de su conciencia.
Un susurro que reverberaba primitivamente en toda su consciencia.
Sabía que aquel hombre sentado frente a ella en el pintoresco
restaurante no podía haberlo emitido…
Sin embargo, cada vez que éste colocaba su mano sobre la suya,
escuchaba de nuevo ése misterioso y primitivo rugido que la hacía estremecer de
placer.
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