Gabby Brown escuchó el lejano ding de la campana que había
sobre la puerta de la tienda y echó un vistazo su reloj. Mediodía. Por fin.
Había estado nerviosa durante toda la mañana, pinchándose con los alfileres
hasta que las almohadillas de sus dedos le hormiguearon. Había acompañado al
último cliente hacía quince minutos, luego había corrido a los servicios para
pasar los dedos por su pelo rizado y ponerse brillo en los labios. Llevaba
puesto su “uniforme” una rebeca sobre una blusa normal, abotonada hasta arriba,
una oscura falda hasta la rodilla y zapatos cómodos. Las abrazaderas que había
atado a sus pezones estaban ocultas por su sujetador pre-formado. El fino y
pequeño vibrador, ya estaba en su interior; el control remoto metido en un
bolsillo.
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