Diana estaba furiosa, humillada...
locamente excitada.
¿Quién les hizo a estos absolutamente sexis demonios de
piel oscura y cabellos blancos pensar que ella se convertiría en una yegua de
cría y una esclava sexual? No lo hará. ¿A quién le importaba si los malditos
elfos eran creados como juguetes sexuales para una diosa? O si cada uno de los
elfos oscuros que la visitaba estaba bien entrenado, y un exquisito amante. O
si el comandante Salin hacía que su mente y su cuerpo zumbasen de deseo y
placer nunca antes había experimentado?
No se sometería.
No lo haría.
¿Lo hará?
Los hombres de Salin habían tenido su
turno tratando de domar a la Mujer-Espadas Hellcat. Por Hombre, la han llevado
a las cumbres de éxtasis, pero todos ellos han tenido que recurrir a artimañas
o a la atracción mística para disciplinarla. Incluso ahora, se niega a
someterse y aceptar su nueva vida. Nunca una mujer le ha dado tantos problemas.
Nunca una mujer había encendió tanto su sangre.
El tenía que tenerla.
Debe
tenerla.
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