Dicen que una cría de ave imprima en la primera criatura
que ve cuando nace. Yo no era una cría de ave, pero había imprimado a Hank en
el momento en que se paró sobre mí con los puños levantados, protegiéndome de
los matones del patio de recreo.
Yo tenía cinco años.
Hank tenía siete.
Fue mi héroe a partir de ese día. Si él se reía, yo me
reía. Si le dolía, me dolía. Si se congelaba el cerebro por comerse el helado
demasiado rápido, también me dolía la cabeza.
Hank lo era todo.
Y luego, un día, no lo fue.
Él simplemente se había ido.
Estaba dispuesto a atravesar el infierno para recuperarlo.
Hola! Muchísimas gracias por compartir.
ResponderEliminarUn abrazo
Mencionaron a Colombia jajsksldlñ
ResponderEliminarViva Colombiaaaa
Viva Falcaooo
Muchísimas gracias por el libro.
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